La crisis que el país arrastra desde el gobierno macrista se profundizó con la llegada de la pandemia. El aumento de casos de Covid 19 en esta primera mitad del año fue acompañado por mayor desempleo, inflación y la imposibilidad de salir a buscar “la changa” diaria. En los barrios populares la desigualdad se siente fuerte y un segundo año en pandemia empeora las condiciones.
Las políticas sociales y económicas de contención implementadas por el Gobierno Nacional, como el IFE o la tarjeta alimentar, fueron de gran importancia, pero no alcanzaron para llegar al ingreso familiar mínimo que supone la canasta básica. Faltan alimentos Y conectividad para asegurar el acceso a la educación.
En este contexto, hubo una respuesta rápida de los comedores populares y las organizaciones sociales que salieron a poner un plato de comida, una red de Wi Fi o una computadora a disposición de quienes lo necesitan con urgencia. Si bien no son soluciones definitivas al problema de la desigualdad, es esencial el trabajo de quienes todos los días ponen el cuerpo en los barrios para frenar el hambre, el frío o colaborar con lo educativo.
En el último tiempo aumentaron los comedores y merenderos, también las raciones que preparan, sin embargo, la demanda crece y cada vez son más las personas que se acercan a solicitar asistencia alimentaria. Organizaciones sociales que desde sus inicios trabajaron en el acceso y promoción de derechos tuvieron que virar hacia tareas asistencialistas ante la urgencia. Claudia Giner, directora del Centro de Comunicación Popular y Asesoramiento Legal (CECOPAL), decía sobre esto “de repente nos transformamos en instituciones de asistencia, tuvimos que cambiar el rumbo rápidamente. Lo bueno fue que tuvimos espalda para hacerlo, a pesar de ser instituciones con muchos años, pudimos tomar una senda más asistencialista porque es lo que más se necesita hoy”.
Desde la organización Servicio Habitacional y de Acción Social (SEHAS) llevaron adelante asistencia a comedores y acompañamiento a familias con las que ya tenían un vínculo de trabajo comunitario. Marysel Segovia, directora de la institución, nos cuenta que desde el año pasado vienen entregando a comedores comunitarios alimentos saludables como verduras, huevos y carne, ya que son los más costosos. También trabajaron armando y repartiendo kits sanitizantes que incluían elementos de limpieza y desinfección necesarios ante la propagación del Covid 19. Mientras que desde CECOPAL vienen realizando periódicamente entrega de bolsones alimentarios.
Un ejemplo es el caso de Villa Aspacia donde la asistencia alimentaria llega a 100 familias aproximadamente, sin embargo, el número de gente que solicita la ayuda es mayor. “Hay unas 50 familias inscriptas en una lista de espera, si nos sobra algún bolsón llamamos a una de esas familias y vienen a retirarlo” nos cuenta la Trabajadora Social Daniela Sandiano. Además enfatiza en el crecimiento constante de la demanda y en cómo esto influye en la composición de los bolsones que se entregan, ya que “desde un principio se intentó entregar verduras y alimentos con alto valor nutricional, pero eso se complica a medida que aumenta la demanda”.
Por otra parte, tanto CECOPAL como SEHAS, sostuvieron asistencias educativas a través de apoyos escolares o entrega de materiales. Los espacios de apoyo escolar cumplieron funciones fundamentales en los barrios donde falta todo y la conectividad es un privilegio. Hay gran un número de jóvenes y niñes que no cuentan con Wi Fi en sus hogares y pocas veces pueden cargar datos móviles. A esto se suma que no todas las familias tienen la cantidad de dispositivos para conectarse que necesitan, a veces hay un único teléfono celular por casa.
Daniela Marelli es Comunicadora Social e integra el equipo de trabajo en el apoyo escolar en Villa El Libertador, y desde allí analiza los problemas con los que se han encontrado. Desarrollar con autonomía procesos de aprendizaje no es la única dificultad a la que se enfrentan chicos y chicas de sectores populares, la conectividad y el espacio de estudio son variables que afectaban al cursado virtual. Al respecto nos decía “en el apoyo escolar estaba la posibilidad de conectarse porque muchos en sus celulares no tenían datos, ni Wi Fi en sus casas. Además el apoyo representó un lugar de hacer las tareas, a veces no necesitaban el acompañamiento de las profesoras, solo un espacio y esto todavía se ve en la bimodalidad”.
El trabajo mancomunado con las escuelas de la zona fue fundamental. Tanto en Villa El Libertador como en Villa Siburu y Villa Aspacia hubo un contacto permanente con directivos, preceptores, coordinadores de curso y profesores. Desde las instituciones escolares enviaban las tareas de les estudiantes y en los apoyos escolares se las hacían llegar a las chicas y chicos. “El año pasado entregábamos cuadernillos, teníamos un acuerdo con la escuela del barrio, ellos nos mandaban el material, nosotras lo imprimíamos y se lo dábamos a los chicos que no podían descargarlos por internet”, detalla Sandiano. En Villa Siburu se asistió a más de 150 estudiantes, a quienes se les hizo llegar no solo cuadernillos y tareas impresas, sino kits con materiales escolares. Las realidades de cada hogar son diversas e incluso en algunos casos hay familias donde las personas adultas no leen ni escriben, con lo cual es menor el acompañamiento que pueden hacer al desarrollo de la actividad escolar de los más chicos.
En diálogo con Emiliano Martinez, director del IPEM 295 Agustín Tosco, ubicado en Villa El Libertador, nos expresaba su preocupación ante la evidente profundización de la crisis en lo que va de este año. “Cuando arrancamos la presencialidad muchos no podían asistir porque no tenían calzado o ropa, ni elementos escolares mínimos” relata para describir la situación de la que las escuelas son testigos. Ante la gravedad del contexto refuerza la importancia que tuvo trabajar de manera coordinada con organizaciones de la zona, como Radio Sur y el DIAT de Sedronar. Además, agrega que “en el Paicor se ha notado el crecimiento de la demanda, hay más módulos y aún muchas familias quedan fuera de las listas de beneficiarios”. Entiende que lo alimentario y lo sanitario es lo urgente, pero enfatiza la preocupación sobre lo educativo temiendo que haya más estudiantes con dificultades que en el 2020.
Los esfuerzos conjuntos parecen ser el único camino posible ante tanta incertidumbre y preocupación. Acercarse a los barrios más vulnerables para detectara necesidades y accionar con urgencia han sido tareas fundamentales de organizaciones sociales que no pararon en pandemia. Mientras que desde las instituciones escolares no dudan en abrir las puertas y trabajar colectivamente para acompañar a sus estudiantes y familias. Si bien hay sectores de la sociedad que dejaron ver su peor cara con un “sálvese quien pueda” como bandera, en otros espacios el compromiso no estuvo en cuarentena.