La nueva cara de las viejas economías

Por Claudia Giner

En una nota de 2015, el Parlamento europeo definió a la economía circular como “un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido” (1).

La falta de materias primas producidas dentro de la Unión Europea (UE), el aumento de la demanda de productos y el efecto negativo sobre el ambiente de los residuos son las principales causas que motivaron a buscar un nuevo camino en la producción y el consumo de los Estados europeos. Además, esto resultaba beneficioso a las empresas al estimular la competitividad, la innovación y el crecimiento económico, y disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Si googleamos hoy economía circular, nos encontramos con 5 millones de noticias publicadas sobre el tema: reducción de residuos industriales, guías de compradores de residuos, economía circular y moda, educación para el futuro sostenible, empleo verde, son algunos de los resultados de la búsqueda. Sin embargo, al menos en las primeras diez páginas de la web, no aparece ninguna mención a la contribución que hacen e hicieron los sectores populares a este modo de pensar la economía y el ambiente.

La reducción de residuos, el reciclaje, la moda circular, las “nuevas” economías se parecen mucho a la vieja economía popular y a sus estrategias para que sus (magros) ingresos alcanzaran para mantener y sostener vidas, familias, comunidades.

Las huertas familiares y comunitarias enriquecieron las dietas de vecines que, mientras levantaban sus casas en terrenos periféricos de la ciudad, aportaban horas de trabajo para transformar espacios baldíos en espacios de compostaje y fuentes de alimentos que se cocinaban luego en comedores comunitarios y en casas de familia.

Hoy en algunos barrios no se puede cultivar porque, como supo decirnos un agroecologista local, “los terrenos donde se siembra están llenos de bosta” debido a la falta de infraestructura, sobre todo en los barrios urbano-marginales: tal vez deberíamos empezar a sembrar en las plazas, todas renovadas, mientras las cloacas tardan en aparecer.

Asimismo, roperos comunitarios vistieron barrios enteros antes que el fenómeno de la “ropa pre amada” copara espacios de categoría o se vendiera online, a través de influencers y empresaries. La diferencia no es difícil de encontrar: mientras el ropero comunitario (sostenido la mayoría de las veces por mujeres que extienden a la comunidad sus tareas de cuidado) viste de manera solidaria y a cambio de monedas o de un simple “muchas gracias”; la moda circular no sólo circula prendas, también circula dinero suficiente para mantener y expandir negocios y sostener estilos de vida bastante lejanos a los barrios populares.

No podemos dejar de pensar que, en este circular de la moda, se paga dos, tres, cuatro veces por una prenda que, en algunos casos, sólo aportó una mínima parte a quien pasó sus horas cosiéndola mientras que los intermediarios siguen sacando ganancia de ella. Además, pese a los esfuerzos, la industria de la moda sigue siendo la segunda más contaminante y una de las que conlleva un mayor grado de informalidad en las relaciones laborales.

Si seguimos el libro “¿Quién hace tu ropa? Estudios sobre la industria de la indumentaria en Argentina” coordinado por Andrés Matta y Jerónimo Montero Bressán, podemos dimensionar que poco tiene que ver el amor en la confección de las prendas que luego circulan: en el circuito productivo textil el 70% del trabajo es informal, y el vínculo entre la producción y dónde se comercializa no tiene correlación en relación a la formalidad, es decir que así como un taller puede proveer a ferias de ropa también pueden coser para grandes marcas (2).

Hoy las nuevas economías recorren espacios académicos y gubernamentales, foros y webinarios. Economistas, sociólogos, académicos de diversos espacios estudian y ofrecen sus conocimientos para desentrañar las bondades de la vuelta a una economía, una “nueva economía” que nos permita, al menos por algunos años más, seguir habitando este planeta.

Una nueva economía que no tiene nada de nueva, que es justamente un reciclaje de viejas maneras de vida menos depredadoras, más conscientes de la finitud no sólo humana sino del ambiente. Estos espacios de debate y estudio no suelen ser gratis: las “nuevas economías” siguen siendo economías que giran y se desarrollan dentro del capitalismo, sistema que de nuevo no tiene nada.

Referencias

  1. Parlamento Europeo. (12 de Febrero de 2015). Parlamento Europeo. Economía circular: definición, importancia y beneficios.
  2. Matta, A. y. (2021). ¿Quién hace tu ropa? Estudios sobre la industria de la indumentaria en Argentina. Córdoba: Prometeo.

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